lunes, 18 de mayo de 2009

Informática es femenino terminado en "a".


Me declaro -oficialmente- seguidor entusiasta del flamante blog de Marta Minguella y fan incondicional de las señoras de más de 40 que se arman de valor y le plantan cara a un teclado de ordenador y una pantalla llena de “cosas”.

Hasta mi suegra -que es una santa :) - ejemplo paradigmático del síndrome de la botonfobia generacional crónica, se ha comprado un ordenador portátil con conexión a Internet y ya dispone de cuentas en Facebook, Hotmail y Windows Live Messenger …GenSanta! Eso es casi como si le cambiaras a Cervantes la pluma por un notebook con Wifi.

Inma, que se ha convertido con los años en una verdadera experta y que ya me da sopas con ondas en un montonazo de aplicaciones, está siempre dispuesta a ayudar.

A principios de los 80, solía yo aporrear un viejo ordenador Apple IIe con pantalla monocroma de fósforo verde, que me costó un pastón y ni siquiera tenía disco duro.

Más adelante -digamos en 1986- heredé de mi hermano mayor una imitación de IBM PC con un procesador Intel 8088 que ya si tenía un disco duro……….de 10 Megabytes, que me pareció de una capacidad ilimitada, todo un salto tecnológico y una gran oportunidad de compilar programas en Pascal sin tener que andar cambiando de floppy……. (sí, sí, aquellos discos flexibles de 5 pulgadas y cuarto que se estropeaban sólo con mirarlos).

La impresora era una de aquellas míticas Star de impacto de tinta negra y alimentador manual de carro. Tardaba dos minutos en imprimir una sola página y hacia un ruido infernal : tanto, que algunas noches en las que tenía que imprimir algún trabajo urgente hasta muy tarde, tenía que envolverla en una manta para no despertar a Inma y a Alasse, lo cual habría sido una catástrofe que me habría costado por lo menos una penitencia de dos noches en el sillón del salón.

No había forma de convencer a Inma de que no se trataba de una de esas máquinas perfectamente inútiles, propias de ingenieros con sus locos cacharros, sino de una herramienta que, con el tiempo, sería imprescindible y estaría al alcance de todo el mundo.

A finales de los 80, la única utilidad que Inma reconocía a mi ordenador era la de imprimir “tururús”

Un tururú era, básicamente, un canuto hecho con una hoja de papel DIN A4 enrollada que se podía usar como trompetín casero.

Alasse era una entusiasta del tururú; no tanto como instrumento, sino porque en su interior solía contener un dibujo de un pajarito o un animalito impreso con aquella vieja “Star” y porque, además. pedir un tururú era una excusa estupenda para entrar en mi estudio para reclamar atención.

Después de mucho insistir, y con la estimable ayuda de los terriblemente adictivos juegos de aventura gráfica de Indiana Jones y Monkey Island, Inma por fin empezó a hacer sus pinitos con el legendario procesador de textos Wordstar y luego con los primeros chats de aquellos prehistóricos Bulletin Boards de Infovía. (Internet no explosionó hasta algunos años después)

Los primeros empujoncitos me hicieron temer que abandonaría (que si soy muy torpe….que si qué necesidad tengo yo ………¿La tecla DEL? No veo ninguna tecla DEL…………piensas que soy tonta ¿verdad?)

Me parece que Marta e Inma tienen en común más de lo que parece a simple vista, pero lo cierto es que ambas son buenas personas y eso es más del noventa por ciento de lo que me parece interesante de cualquiera.

Sin embargo, lo que me suscita mucha curiosidad es descubrir qué resortes impulsan a mujeres de letras y cierta edad a meterse en semejantes charcos: blogs, Internet, correos electrónicos, estándares de gráficos…...

¿Alguna sugerencia?