Esta tarde, mientras me mordía las uñas ante el extraordinario reto de mañana por la mañana de enfrentarme nuevamente al mostrador de facturación de Royal Air Maroc, recordaba una anécdota de hace algunos meses.
Vivía entonces en un chalecito del que mas tarde tuve que huir precipitadamente -como Yogurtu Ngué de la aldea por culpa de la escasez de rinocerontes- pero esa es otra historia.
El caso es que me había despertado bastante pronto aquella mañana. Demasiado para ir a la oficina.
Pese a lo intespestivo de la hora, decidí tomar una ducha tonificante-quizás demasiado porque el agua caliente disparaba el diferencial del cuadro eléctrico y era más sensato abrir sólo la llave de agua fría si, además, no quería disfrutar de una ducha íntima en plena oscuridad. Y estuvo meses así, porque un simpático abogado insistía en que no se debía reparar hasta que un perito la inspeccionase.
Estaba yo batiendo mi propio record mundial de velocidad de aclarado capilar -actualmente establecido en 12 segundos- sin más arma que una ingrata alcachofa de baño que escupía hielo granulado sin piedad cuando, de repente, escuché la alarma de recepción de mensajes del ordenador portátil, que estaba sobre la mesa de centro del salón de la planta baja.
Muerto de curiosidad, salí de la bañera, me escurrí un poco y corrí escaleras abajo.
¡Un momento! ¡Los calzoncillos! ¡Por lo menos los calzoncillos! -pensé durante una breve pausa en el rellano.
¡Bue! ¡Estoy solo, que mas da! Miro los mensajes rapidito y luego me pongo algo y me hago un café -me dije-
Llegué al ordenador, introduje la clave de desbloqueo y....... me dieron las 7 y las 8........y, de forma totalmente inesperada se abrió de par en par aquella traicionera puerta.
"Bon Jour Monsier Manolo........"
¡Diossssssss! ¡Turia, la señora de la limpieza!
Si si si si. NO era un error. Era el día de limpieza y plancha. ........y yo sentado en el sillón del salón frente al portátil, tal y como mi madre me trajo a este mundo.
A la velocidad del trueno, aferré lo único que se encontraba a mi alcance inmediato: un gélido cojín de polipiel roja con el que disimular -al menos- lo "esencial".
Con la mejor, más amplia y hasta diría que natural de mis sonrisas , respondí un educado "Bon Jour, Turia, Bon Jour, sa va?" tratando aparentar que el cojín era suficiente abrigo y decente remedio a semejante ridícula escena cuando, en realidad, me parecía tan pequeño. TANTO....
Turia ni se inmutó e inició sus labores con la flema de una discreta ama de llaves británica.
La escalera estaba a kilómetros del sillón, así que era materialmente imposible escapar hacia mi habitación sin empeorar significativamente mi ya suficientemente lamentable situación.
Durante unos instantes, mientras Turia daba el desayuno a la gata, pude haberlo logrado, pero la buena señora fué muy eficiente y sólo hubo tiempo para armarme con una minúscula pañoleta de punto que se encontraba en el otro sillón, a unos metros de mi. Y encima estaba convencido de que, al menos durante un microsegundo, me había visto cogerla en una postura mas bién poco digna. Y peor aún, los huecos de la puntadas de la pañoleta me parecían mayores que los de una red de portería de futbol. El aire circulaba a su través con tanta fluidez que ni con veinte dobleces tapaba lo suficiente y claro está, cuanto más dobleces, menor tamaño. Axiomático.
Mis esperanzas se concentraron en que Turia tendría el sentido común de empezar a limpiar el sótano dándome así una oportunidad de escapar.
Y ¿lo hizo? Pues no, señor. Se me acerca como si tal cosa, se pone justo al oto lado de la mesa, escoba en mano y ¡me pregunta si quiero que me sirva un café!
"Non, merci, vous etes tres gentil mais non! -le dije distraídamente no dejando de aporrear el teclado del portátil con una mano mientras, con la otra, trataba de garantizar la estabilidad mecánica de mi escurridiza indumentaria. Si intentaba tapar un poco mi flanco izquierdo, dejaba totalmente indefenso mi flanco derecho.
Alrededor de las 9 de la mañana, seguía yo en idéntica postura y situación, pero ya bastante inquieto porque se estaba haciendo muy tarde y empezaba a ser bastante probable recibir llamadas de la oficina, lo cual hubiera sido frustrante, porque el móvil estaba en la mesita de noche del dormitorio. Demasiado lejos.
Estaba yo meditando una solución drástica y eficaz cuando Turia decidió empezar la limpieza de suelos. Yo hubiera jurado que el suelo bajo mi mesa de centro estaba razonablemente limpio, pero ella no parecía opinar lo mismo y la emprendió a fregonazos a escasos dos metros de mi.
Gracias a Dios, llegó (¡por fin!) el turno de la bodega y salí disparado como un cohete a mi habitación.
Esto no debería saberlo nadie. -me dije- Nadie.
lenguaje y números
Hace 6 días
7 comentarios:
Y lo que se reiría Turia a solas...
Igual, igual q como tu madre te trajo al mundo certifico yo q no es así.
Lo q me llama la atención es q yo jamas conseguí q Turia limpiara el sotano. Incluso se lo supliqué por medio de Alasse (q mi frances es nulo)y nunca conseguí q se diera por aludida. La solución q encontré es no bajar nunca y no ver en q estado estaba. Lo mas inteligente.
Ja ja ja, ¡Que situación tan embarazosa!seguro que muchos de nosotros tenemos alguna de esas situaciones para contar. Buena idea para un post.
My cierto, Inma. De hecho pensé que era una trampa y que realmente no se iba a quedar en el sótano a limpiar, sino que volvería a subir por sorpresa para pillarme en plena huída.
Pero no. Escapé.
Cushion Fashion. Muero xDDDDD
No sé por qué, pero cuando a mí me llegó esta anécdota por primera vez, había unos calzoncillos... :S
Ese sótano molaba. Como no había ni muebles y a mamá le daba miedo la roña, era perfecto para buscar un poquito de espacio vital. Ahí me vi "La milla verde" una tarde, 2 horas y media. En el iPod. Como una campeona. Y tapadita por el chalecito de punto %D
Offf... que ataque de risa. Hay una lágrima encima del teclado...
Vaya situacion!! A mi me pillaron en bolas en la casa que compartia con otros tres chicos... en fin, esas cosas pasan...
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